Años de intercambio cultural
Abstract
El paso de los años
¿Sabe el lector de esta nota cómo
nació la Universidad de Belgrano?
Fue el 11 de septiembre de
1964 en una casa antigua en Crámer y
Sucre del barrio de Belgrano, a unas
30 cuadras de las sedes actuales, donde
se reunieron unas 120 personas
–entre ellas 90 alumnos y 28 profesores–
que asumieron el compromiso de
organizar una nueva universidad privada en la Argentina.
No tenían una referencia nacional ni internacional. Debían
construirla a partir de sus propias convicciones, fijarse
ideales y testimoniar con sus ejemplos. De un pequeño
grupo de profesores jóvenes debía surgir el trabajo más
arduo, a ellos se sumaban unos pocos académicos de trayectoria
intelectual reconocida.
En los siguientes 47 años –hasta llegar a hoy– sus sueños
permitieron que más de 110.000 alumnos conocieran
sus aulas y, de ellos, cerca de 50.000 obtuvieran diplomas
y graduaciones de diversas modalidades de enseñanza.
A la educación, la acompañaron la investigación y las actividades
hacia y con la sociedad. La calidad de su trayectoria
le ha valido en estos tiempos el reconocimiento en
rankings internacionales, como el de la organización QS,
con sede en Londres, que por sus investigaciones a nivel
mundial ubica a la Universidad de Belgrano entre las mejores
600 universidades del mundo. Reconocimiento que se
repite por cuarto año consecutivo.
Para preservar y elevar las bondades que puede brindar
nuestra Universidad, hemos aprendido que el legado parte
de un trabajo diario, constante y sin renuncias. La Universidad
en todo el mundo es una obra de creyentes. La
nuestra también.
Cuando con toda rapidez se habla de lo que debemos
ser en los próximos 20 años, hay que pensar en una meta
soñada, sea para las personas o para las sociedades. Para
alcanzarla, hay que compartir sentimientos y acciones.
Nuestra Universidad es una forja excepcional para diseñar
el futuro. Hoy, ahora, ya mismo hay que aumentar la búsqueda,
los escalones intermedios.
Un joven de 18 –o de unos pocos años más– debe sentirse
artífice de los destinos comunes, más allá de lo que
aspire para su propia vida. Adquirir conocimientos, acompañar
a otros, interesarse por el entorno y practicar la honestidad
en los actos son caminos insoslayables para ayudar
a cambiar un mundo en total transformación.
Queremos decir gracias a quienes llegan de otras sociedades
porque nos permiten medir nuestras convicciones.
Hablando con ellos, podemos saber dónde estamos.
Necesitamos humildad, deseo de ser mejores y comenzar
mañana mismo a trabajar para concretar ese deseo.
Asimismo, debemos reconocer a aquellos que acompañan
a esta Universidad y la honran como graduados o profesores,
y a las familias que creyeron y seguirán creyendo
por los años de los años.