Tiempo y experiencia : tras una filosofia de la politica y la vida (Volumen I)
Abstract
Tiempo y temporalidad han sido, a través de toda la historia de la filosofía, concepciones que han puesto en juego a la propia vida del hombre y al inasible lugar de intersección entre lo particular y lo universal.
Su medida, forma y relación con el mundo se vinculan a diferentes ideas que tienen, por supuesto, consecuencias en los modelos políticos y sociales mentados por los más grandes pensadores.
Aristóteles, específicamente, ha propuesto una conceptualización del tiempo (“número del movimiento según el antes y después”) que ha perdurado hasta nuestros días como modelo para las ciencias duras. Con todo, es posible hallar, en la teoría aristotélica, otras nociones temporales, cuya riqueza aun no ha sido suficientemente subrayada.
Consecuentemente, este escrito se propone rastrear la presencia de la categoría tiempo en la Política de Aristóteles y, particularmente del que daremos en llamar tiempo humano. Nuestro intento, sin embargo,
no será encontrar una definición concreta acerca de qué es el tiempo humano para Aristóteles, sino poner de manifiesto los sentidos que el tiempo toma en su Política. Por ello, tomaremos tal obra como fuente y herramienta principal de trabajo, sobre la cual realizaremos una lectura que tenga como fin dejar al descubierto los usos y sentidos que adquiere allí el tiempo.
La base teórica fundamental, sobre la que construiremos este proyecto, serán las ideas vertidas por el Dr. Enrico Berti en su seminario Ser y tiempo en Aristóteles, dictado en la Universidad Católica de Santa Fe los días 10 y 11 de octubre de 2008. En tal ocasión, Berti realizó un interesante comentario a las críticas realizadas por Heidegger en Ser y tiempo a la idea de tiempo planteada por el Estagirita.
En los parágrafos §78 a §83 (“Temporalidad [Zeitlichkeit] e intratemporeidad como origen del concepto vulgar del tiempo”) de su Ser y tiempo, Heidegger sostiene que Aristóteles describe solamente la concepción
vulgar del tiempo. En ella, el hombre se relaciona con el tiempo desde el ahora y, a partir de ahí, interpreta el futuro y el pasado. Esta concepción vulgar se caracterizaría por no dejar que “salgan a la luz” la databilidad (la estructura relacional, reflejo de la constitución extática) y usabilidad (o significatividad, el ser-para) del tiempo.
Según Heidegger, el ente está dentro del tiempo, se coloca en la dimensión tiempo, es decir, es intratemporal.
De tal intratemporalidad nace el concepto vulgar del tiempo, que es la definición aristotélica que cita Heidegger: “el tiempo es número del movimiento según el antes y después, y es continuo, porque es número de algo continuo” (Física 220 a). Pero es necesario realizar un análisis del tiempo que no se quede en dicha intratemporalidad.
En la Física, Aristóteles afirma que el tiempo es infinito. Pero ese es un libro que no trata sobre lo humano ni lo contingente. De todos modos, Heidegger critica a este tiempo infinito, pues no es el tiempo del yo [ich], sino del se [man]. Esa definición no es suficiente para Heidegger, pues es impersonal y el tiempo personal no es infinito. Heidegger dice que pensar el tiempo como infinito implica escapar, evitar, la cuestión de la muerte.
Heidegger considera que el tiempo humano está manifestado en la Temporalidad. Afirma que la definición
aristotélica es sobre el tiempo vulgar y que la Temporalidad es el concepto auténtico que expresa el ser del ser-ahí. De todos modos, rehúye de dar una definición final del tiempo, dado que lo concibe como un cómo y no como un qué, por lo tanto decir “el tiempo es…” sería pensarlo como qué.