Parque de la memoria. Vidrios rotos
Abstract
El riesgo que se corre en la descripción de un País, independientemente del grado de cultura general,
histórica o geográfica de cada uno, y a mayor razón en resumirlo en pocas líneas, es elegir la calle en
bajada. Estereotipos universalmente reconocidos, preferiblemente en orden aleatorio, pasando a lo mejor
desde los pingüinos patagónicos a un Diego Maradona que gambetea sobre las notas melancólicas de
una milonga, todo condimentado con un par de citas a efecto y con las descripciones de algún particular
casi desconocido, para dar la impresión de haberme entendido la esencia. Tal vez, por cuanto personalmente
no lo crea, para algunas ciudades o países la operación es posible, y el resultado no se alejará
excesivamente de la verdad; Buenos Aires y la Argentina entera no entran en la categoría.
Es hija de aquella Europa que, en los primeros años del siglo breve, obligaba a amplios sectores de
su población a emigrar por ultramar llevando consigo, además de sus valijas acartonadas, centenares
de experiencias y lenguajes, culturas y tradiciones los mismos que hoy, centrifugados por un siglo de
dictaduras y populismos, democracias autoritarias y de autocracia más o menos benévolas, se volvieron
en su espina dorsal.