dc.description.abstract | Si en el curso de los últimos años hubiéramos formulado –ante los auditorios
más diversos- la siguiente pregunta –“¿cree Ud. que la Argentina enfrenta una crisis de
representación?”- la respuesta hubiera sido, en la mayoría de los casos, afirmativa. Sin
embargo, habrían sido numerosas las representaciones mentales que habrían
acompañado dicha respuesta. Ideas relacionadas con la declinación de la importancia de
los programas partidarios, la personalización de los liderazgos y la instrumentalización
de los partidos políticos a su servicio, el imperio de los medios de comunicación y la
preponderancia de la imagen por sobre el debate de ideas y propuestas hubieran
aparecido entremezcladas con otras ideas relacionadas con la incapacidad o la
corrupción de la llamada “clase política”, indiferenciada en su composición y con
intereses corporativos más poderosos que los de sus representados -por no hablar del
“bien común”-, y con la certeza de que hay algo inherente al mecanismo de
representación que vuelve a los representantes “desleales” en relación con sus
representados desde el instante mismo, precisamente, en que se convierten en sus
representantes. | es_ES |